Hasta ahora, nos hemos referido únicamente a grandes expediciones en las que sobresalen duplas de antología en el montañismo: George Mallory-Andrew Irvine, Maurice Herzog y Louis Lachenal, así como Edmund Hillary-Tenzing Norgay. Sin embargo, en ocasiones, la historia reserva capítulos completos únicamente para un personaje.
Es el caso del protagonista de esta entrega: Hermann Buhl, el primer ser humano que conquistó en solitario una montaña de más de ocho mil metros de altura sin oxígeno suplementario, el Nanga Parbat (8,125 metros), ubicado en el extremo occidental de la cordillera del Himalaya, en Pakistán.
Curiosamente, el propio Buhl en su biografía reconoce que al descender de la montaña desnuda (significado de Nanga Parbat en sánscrito), sintió una presencia que lo protegió permanentemente.
Dos fechas clave coinciden también en este episodio. El año en que desaparecieron Mallory e Irvine en su tercer y último intento por coronar el Everest (1924), nacía Buhl en Innsbruck, ciudad ubicada en medio de los Alpes austriacos; y la de 1953, pues con pocas semanas de diferencia se conquista al fin el Everest (29 de mayo) y Hermann Buhl hacía lo propio en el Nanga Parbat (3 de julio).
Conocida como la “montaña asesina”, debido a los 31 montañistas que habían fallecido en sus laderas intentando llegar a su cima, en dos expediciones austriaco-alemanas realizadas en la década de 1930, el Nanga Parbat posee paredes con niveles descomunales, glaciares inestables, así como tormentas frecuentes y avalanchas inesperadas que, en su conjunto, la hacen una de las elevaciones más peligrosas.
Además, Francia había logrado conquistar el Annapurna (8,091 metros) en 1950; los británicos -mejor dicho, el neozelandés Edmund Hillary acompañado del sherpa Tenzing Norgay-, coronaron el Everest (8,848 metros) en 1953. En ese contexto, la gesta del Nanga Parbat representaba una deuda pendiente para austriacos y alemanes, debido a los fracasos previos; prácticamente, se trataba de un asunto de orgullo nacional.
Así, comenzaría a escribirse uno de los capítulos más significativos en la historia del montañismo, cuando en aquel 1953, una expedición al mando de Karl Herrligkoffer, con la sombra de tragedias anteriores volvía al Nanga Parbat. A finales de mayo, luego de instalar el campamento base y cinco más de altura, un clima indomable los obligó a desistir antes de que ocurriera algo peor, de nueva cuenta.
Sin embargo, Hermann Buhl no estaba dispuesto a darse por vencido. Desafió la instrucción de bajar del campamento cinco, ubicado a 6,900 metros de altura, para salir la madrugada del 3 de julio en busca de la anhelada cumbre, tras comprobar que el clima era benévolo. Uno de sus compañeros intentó seguirlo, pero la resistencia y determinación de Buhl no tenía comparación.
Avanzó con lo mínimo, sin oxígeno suplementario e incluso, dejó su mochila a 7 mil 800 metros para aligerar el ascenso. Luego de 17 horas extenuantes, logró lo impensable: la cima del Nanga Parbat. Clavó su piolet (herramienta indispensable para escalar en condiciones de hielo o nieve) como prueba irrefutable. Más tarde, lamentaría haber abandonado su piolet, ya que los bastones para esquiar que llevaba eran inadecuados e insuficientes para descender.
La noche lo alcanzó agotado, con equipo incompleto y sin alimentos. Buhl relató en su biografía haber utilizado “tabletas estimulantes”. Al respecto, varias fuentes históricas indican que pudo tratarse de Pervitin, una metanfetamina común entre las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.
Lo cierto es que, resistió el paso de la noche en una cornisa helada, que le provocaría graves lesiones por congelamiento en los pies, aunque éstas no le impidieron bajar milagrosamente y reencontrarse con sus compañeros en el campamento cinco.
Entre abrazos, lágrimas y alivio, nadie se atrevía a preguntarle si había logrado llegar a la cima. Todo era júbilo por verlo regresar vivo. La hazaña de Hermann Buhl inspiraría a las futuras generaciones de montañistas, de las que ya nos iremos ocupando, ya que la realidad presente nos ofrece otro tipo de dramas en nuestras montañas.
Brújula.- Nuevamente, en este espacio debemos referirnos a la creciente inseguridad en nuestras áreas de montañismo y actividades afines. En esta ocasión, se trata del Parque Nacional Cumbres del Ajusco, ubicado en la alcaldía Tlalpan, de la Ciudad de México, donde la joven Ana Amelí García Gámez desapareció desde el 12 de julio pasado.
Se sabe que llegó a la cima del Pico del Águila, acompañada de un grupo de conocidos, porque alcanzó a enviar una foto a sus papás vía teléfono celular. A pesar del operativo desplegado por las autoridades competentes, la colaboración de grupos de rescate y de colectivos de familiares, no ha sido localizada.
En caso de tener información, favor de comunicarse a la Comisión de Búsqueda de Personas de la Ciudad de México, a los teléfonos: 55 6357 8079 y 55 6357 9282.
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